Alto a la invasión del Kurdistán. No más guerras en Siria. Paz para los pueblos.
La decisión del presidente norteamericano Donald Trump de retirar sus tropas del norte de Siria abre la puerta para que Turquía invada ese territorio sobre el que se asienta la experiencia democrática kurda de Rojava.
La justificación de Trump se basa en la necesidad de salir de “pequeñas guerras ridículas” con la idea de que en adelante “solo lucharemos por nuestro propio beneficio” es una verdadera afrenta al pueblo kurdo que, durante años, estuvo en la primera línea de lucha contra el integrismo islamista del Estado Islámico. Varios miles de muertos, que incluyen a civiles y combatientes en las milicias o el intento de genocidio de la minoría yazidi, reconocido como tal por las Naciones Unidas en el 2016, son hechos que no merecen ese tipo de descalificación.
Durante la guerra que se desarrolla en Siria, los Estados Unidos han venido utilizando a las milicias kurdas como fuerza de choque para enfrentarse a los islamistas. Ahora que se ha conseguido la derrota de los islamistas, la retirada norteamericana abre las puertas a la intervención de Turquía, deseosa de acabar con cualquier experiencia de soberanía política por parte del pueblo kurdo.
Turquía, que cuenta con el segundo ejército más importante de la OTAN, tiene su propia agenda en este conflicto. En un momento en el que la popularidad de Erdogan se encuentra por los suelos, utiliza la agresión a Rojava como fórmula para encontrar en una agresión militar su propia salvación política.
La comuna de Rojava es, en la actualidad, el único caso de estructura democrática y laica en el contexto regional de Oriente Medio. Las mujeres kurdas, organizadas en milicias, dieron prueba de su compromiso en la construcción de un nuevo modelo combatiendo contra el integrismo islámico y en la defensa de Kobane. Una experiencia realmente singular y estimulante que cuestiona la hegemonía ideológica de los fundamentalismos religiosos y la ideología machista en un contexto regional no occidentalizado.
La invasión de Rojava significa la culminación de la ocupación por parte de Turquía del norte de Siria, iniciada con la invasión del Cantón de Afrin en enero de 2018. Esa zona, de poblamiento kurdo, intentó ser asimilada con la política del “cinturón árabe” impulsada por el gobierno sirio en la segunda mitad del pasado siglo. Consistía en la colonización del territorio con población de origen árabe, pero fracasó. Esto mismo es lo que se plantea hoy Erdogan, que defiende la idea de trasladar al norte de Siria a los refugiados que alcanzaron territorio turco.
Si la comunidad internacional no lo impide, con esta invasión Erdogan se deshace de sus refugiados y los traslada al norte de Siria de tal modo que la población multiétnica de la zona quedaría diluida con la llegada de decenas de miles de refugiados y refugiadas de origen árabe.
Cuando la tensión bélica se había reducido en la zona, esta nueva aventura militar turca amenaza con incendiar nuevamente la región. Esto es consecuencia directa de la retirada norteamericana y la autorización a Turquía para que ocupe el territorio, aún a sabiendas de que dicha acción provocará el genocidio cultural de la población kurda en Siria, el final de la experiencia democrática de Rojava y la apertura de nuevas posibilidades al extremismo integrista en estos momentos derrotado.
Pedimos a la comunidad internacional que se movilice en contra de la guerra, en solidaridad con la lucha del pueblo kurdo y por el mantenimiento del gobierno autónomo de Rojava. Por la paz para los pueblos, contra las dictaduras y el integrismo religioso.
Secretariado de la Confederación Intersindical | 10 de octubre de 2019